Historias que inspiran I: Palampong Wor Santai
Desde hace cuatro años llevo visitando periódicamente un gimnasio en el norte de Tailandia, el Santai Muay Thai Gym. Por periodos de unas pocas semanas hasta casi 10 meses seguidos he estado entrenando con ellos en los últimos años. El entrenamiento es de calidad, entrenadores top, compañeros que pelean en importantes eventos y un pueblo tranquilo y barato hacen de la estancia algo maravilloso. Desde hace 4 años que fuimos por primera vez, hay uno de los niños que pelean que me maravilla, me motiva y me ha demostrado todo: este es Palampong W. Santai, o Chuy en su versión corta.
El artículo de hoy es personal, no descubriré nada novedoso pero es un elogio a todos esos chavales luchadores que, como Chuy, son todo garra y buen corazón, y que me alegran las visitas solo estando allí y siendo ellos.
Lógicamente este niño ya va siendo cada vez menos niños, le conocimos con 14 y me despedí de él hace unos meses teniendo ya 18. Lleva peleando y viviendo en el gimnasio desde que tiene 11 años, y por si alguno esperaba otra cosa, no es un talento. No me confundáis, el chaval es una bestia, no me gustaría nada cruzarme con él en un ring, pero es todo a base de entreno, esfuerzo y superar obstáculos. Por eso su historia me motiva, le tengo especial cariño y me parece adecuado compartirla.
De donde viene
Este nak muay es un Karen, es una etnia que proviene del sur de china y viven en las montañas del norte de Tailandia. También se les conoce como gente de las montañas, es un pueblo muy pobre, con pocos recursos y opciones, que viven un poco aislados y con bastante mala fama en el país. En Tailandia son bastante estrictos con eso de las escalas sociales, y si un alto rango militar está muy por encima del resto de ciudadanos normales, un Karen se encuentra en el lado opuesto. Además tienen fama de vagos y alcohólicos, ya que reciben unas pequeñas subvenciones del gobierno ya que donde viven no solo no hay recursos, sino tampoco oportunidades de estudio o trabajo. Sus opciones suelen ser tener unas gallinas, cultivar algo, vender ropas tradicionales a turistas o en los templos, o utilizar a los niños para que los turistas se saquen alguna foto y den una propina.
Chuy empezó por tanto a pelear Muay Thai en su villa, realmente es una villa de unas pocas casas de madera y un camino de tierra que cruza entre ellas. Hizo algunas peleas por las villas de la región, en festivales y otros eventos, para ganarse un dinero extra para su familia. Para estas peleas Chuy apenas entrenaba, no había gimnasio, un conocido suyo le enseñó lo básico en el patio de casa y con lo puesto se subió al ring cuando tenía 9 o 10 años. Ese mismo conocido, después de unas pocas peleas, le consiguió la oportunidad de ir a vivir al Santai gym, un campo que se encontraba a unas 2-3 horas en coche de su casa. Allí empezó a entrenar de manera más seria mientras tenía la oportunidad de ir al colegio, dormir en el campo de entrenamiento y comer con los entrenadores y compañeros, una nueva familia para él.
La historia de Chuy es dura, pero no difiere mucho de la de muchos niños que se inician en el mundillo del Muay Thai en Tailandia, familia pobre, pocos recursos y boxear para intentar alejarse de la pobreza y la exclusión social. Mi amigo además no tiene padres, no tiene familia, solo un hermano mayor. Y por ser Karen, y haber nacido en las montañas, no tiene partida de nacimiento y por tanto no tenía DNI, no era un ciudadano reconocido.
Hablo en pasado porque esto fue hasta hace un año, llevaba peleando desde los 11 años en el gimnasio Santai, ahorrando dinero y también dando una pequeña ayuda a su hermano y sus compañeros de su villa natal. Y en 2016, después de unos 6 años peleando, más de 100 peleas, algún título menor, muchos cortes y golpes, Chuy pagó el proceso de conseguir los papeles. Al no tener partida de nacimiento ni ningún familiar vivo que tenga papeles, Chuy tuvo que pagar un proceso caro y tedioso en el que poder probar que efectivamente es Tailandés, y no Chino o Birmano, para poder conseguir los papeles, tanto para él como para su hermano. Cualquiera que haya pasado un tiempo en Tailandia sabe lo complicados que son los trámites y papeleos.
Los papeles, el DNI, no solo le sirven para estar considerado como ciudadano tailandés y adquirir los derechos, pocos, que eso supone. Sino que además le trae la posibilidad, ganada a base de esfuerzo y mucho sudor, de pelear en Bangkok y en el extranjero.
Buenas y malas rachas en el Santai gym.
Me encanta este chico, por si aun no os habíais dado cuenta, porque le he visto pasar por todo tipo de momentos y rachas. Su manera de entrenar y de pelear es siempre espectacular, siempre “full power”, desde el primer asalto sus golpes van con muy mala intención, intimida al rival y sufre como un luchador que es.
Pero en Tailandia el nivel, cuando ya vas peleando contra rivales fuertes, es muy competitivo, a veces ser fuerte, duro y esforzarse no es suficiente. He visto a Chuy en rachas muy buenas, ganando muchas peleas difíciles y contra pronóstico y haciendo las delicias del público. También le he visto confiarse y perder, o pasar por rachas malas en las que pierde 3 o 4 peleas seguidas y los entrenadores le machacan con el estilo de (des)motivación propio tailandés.
Recuerdo una noche en la que Chuy peleaba en un festival cerca de nuestra villa, era el main event, la pelea importante de la noche, y al día siguiente peleaba en la semifinal del torneo Yamaha que era en una ciudad de más al norte. Tuvo una pelea bestial, muy dura y de mucho desgaste con golpes y codazos brutales que, a mi, me habrían tenido lejos del gimnasio durante muchos días, al final ganó a los puntos. Según se bajó del ring, bebió un poco de agua, se cambió y se subió al coche para dirigirse a Chiang Rai, donde era la pelea al día siguiente.
Era la semifinal de un torneo que había estado disputando durante todo el año, los mejores 57 kg de todo el norte se fueron enfrentando hasta que quedaron 4, no había opción de no ir, Chuy no hizo preguntas, al coche y en marcha.
Llegada a Chiang Rai, traje sauna, carrerita para sudar y dar el peso, pesaje a las 7 de la mañana, agua, comida, descansito y a las 8 de la tarde pelea en la televisión. Gana a los puntos en una pelea en la que se luce ante un rival más alto pero con menos corazón, Chuy apenas muestra cansancio, ni dolor, lee más sobre la importancia de las apariencias en el muay thai, pese a que las últimas 24 horas han sido una montaña rusa, y me deja con la boca más abierta de lo que antes la tenía. Espectacular este chico.
En la actualidad
Actualmente (enero de 2018) Chuy sigue peleando en el norte, con alguna escapada a Bangkok que espero sea más habitual este año que se inicia. Ha tenido que coger alguna pelea en un peso superior al suyo habitual porque en su peso la mayoría de los rivales ya han peleado, y perdido, con él. Y, no les culpo, no quieren repetir.
Pero no quiero engañaros, Chuy no es un talento excepcional, seguramente no llegue mucho más lejos en el Muay Thai, pero es un auténtico ejemplo, es un joven que en sus 18 años ha pasado por situaciones que yo no las quiero, y que ha demostrado que los prejuicios se tumban con trabajo. Siempre hace las delicias de los estudiantes del Santai Gym, a mi me inspira en cada combate, un tío tranquilo, que disfruta comiendo picante, poco hablador y que respeta y admira a los entrenadores, siempre dispuesto a ayudar y siempre trabajando en silencio.
Pelear contra el mismo rival
En septiembre de este año 2017, Chuy peleó contra un chico con el que peleé yo a principios de ese mismo año. Yo perdí a los puntos, en una pelea en la que el tío me supo puntuar más y me controlo bloqueando mi trabajo de clinch. Básicamente Chuy lo noqueó en el segundo asalto de un codo brutal que regaló 7 puntos, de nariz a frente, al rival. Fue como un jarro de realidad en mi cara, aunque no me deprime, siempre he sabido que Chuy está muy por delante de mi, y me encantó ver como el árbitro alzaba el brazo a mi compañero.
Simplemente fue curioso, a veces cuando peleamos contra rivales mejores que nosotros utilizamos la “excusa” de decir que menudo oponente, que era muy duro, etc. Hasta que llega un chaval y le tumba de manera sencilla, y te das cuenta, yo ya lo sabía, de que simplemente hay que entrenar y seguir mejorando, que aunque pienses que te estas enfrentando a rivales duros, no llegan ni a la media que hay en Tailandia.
Hasta aquí la historia de mi compañero Palamphong Wor Santai, espero que os haya sido de interés y os inspire a seguir trabajando y mejorando, con los pies en el suelo y la cabeza en el cielo. Si tenéis preguntas, comentarios y opiniones, son siempre bienvenidas, ya sabes que esto lo construimos todos y agradezco si compartes, un abrazo grande!